sábado, 13 de abril de 2013

El último pedo de Servando Matojales.




Un infarto fulminante se lo llevó después de una comilona. Acudió casi todo el pueblo al funeral de Don Servando Matojales Rocamora, pues no en vano era el más apreciado de los Matojales, una familia de empresarios galleteros cuya industria, "Galletas y golosinas Virgen del Chirimoyo", daba trabajo a dos centenares de carrileros. ( Naturales y residentes en este pueblo: Carril de la Duquesa )
Don Servando había sido la oveja negra, el hijo calavera, el golfo de la familia Matojales, pero caía muy bien a los lugareños porque no era tan estirado como sus hermanos y además alternaba con la plebe, se dejaba caer a menudo por los bares del pueblo convidando a todo dios.
El anciano padre Apolonio, sacerdote jesuita, oficiaba el funeral de Don Servando sin poner mucha devoción en el empeño, pues le constaba que el difunto había sido un mal cristiano: promiscuo sexual, glotón, jugador vicioso y blasfemo redomado. En una ocasión le dijo al pater que la religión era un rollo patatero y los curas unos mentirosos. Así que el bueno de Don Apolonio se dispuso a glosar las "virtudes" del finado a todos correr, para despachar la mortuoria ceremonia cuanto antes.
"Nuestro buen amigo Servando nos ha dejado porque el polvo vuelve al polvo y las almas regresan al Paraíso Celestial para morar por los siglos de los siglos en..."
Un pedo muy fuerte, de esos que suenan como metralletas, se escuchó en medio del piadoso silencio. La procedencia de la traca era el interior del féretro. Nadie albergó la más mínima duda sobre tal extraño origen de la tal flatulencia, y todos se miraron con semblantes de creciente estupor. El rostro del anciano pater estaba blanco como la nieve. Dios, cómo era posible que un cadáver soltase tan estruendosa ventosidad?!... Y si no era un cadáver?!... Acaso habían enterrado vivo a Don Servando?!...
El médico del pueblo, Don Bernabé Bonilla, llegó corriendo al altar y ordenó que abriesen el féretro. Nada de nada, la conclusión fue obvia: el muerto estaba más muerto que muerto, pero eso sí, desprendía un olor de gases intestinales de mil demonios. No cabía la menor duda de que el pedo había salido de aquel culo muerto. Un misterio para la ciencia o un prodigio divino?... Un pedo sobrenatural?...
A continuación, el galeno tuvo que ocuparse del pater porque este se estaba poniendo cada vez peor. Y es que el Reverendo Padre Apolonio había recordado las palabras que años atrás le dijese aquel pecador contumaz, el mismo que acababa de cometer el sacrilegio de marranear en sus exequias fúnebres: "Mire usted, Don Apolonio, si es verdad que hay vida después de la vida, yo voy a seguir tirándome pedos después de muerto, ja, ja, ja!, por lo menos uno bien fuerte en mi funeral, qué le parece?, ja, ja, ja!!

2 comentarios:

  1. Muy divertido, je je je... Pero creo que no tiene nada de sobrenatural, los gases hacen de las suyas y simplemente los de la funeraria hicieron un mal trabajo no tapando debidamente todos los orificios.
    Ahora los difuntos llevan algodón en los orificios nasales y en los oídos, y los labios están pegados con pegamento. Antes no, recuerdo que a mi abuelo paterno le colocaron mal la dentadura y se veía mucho con la boca entreabierta. Quedó fatal, con una expresión que no era la suya.

    Pero el relato resulta gracioso por el susto que se llevaron todos, sobretodo el cura, ¡juas!

    Voy arriba, veo que esto no ha terminado, je je je...

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  2. Pues los egipcios ya se apañaban bien con este "arte" Esmerarse con los enterramientos ha sido unas constante de los tiempos más remotos, incluído el embellecimiejnto de los cadáveres.
    Feliz lunes!

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