sábado, 2 de febrero de 2013

La venganza de Ahmed ( Final )

   


... Y mientras se alzaban los mástiles del circo, mientras el grupo de nómadas se afanaba en montar aquel tinglado de ilusiones... cuan lejos estaba de imaginar el bravo domador que muy pronto iba a tropezarse con la persona nefasta que había marcado su infancia.

Y llegó la noche del debut. La pequeña carpa se llenó enseguida, pues los circenses llevaban más de un año sin aparecer por Tombuctú y sus paisanos estaban ansiosos por verles trabajar, sobre todo al Gran Ahmed y sus fieros leones del Atlas.

Y fue mientras hacía atravesar al león Bongo por el aro de fuego, en una mirada furtiva que dirigió al público, cuando advirtió su presencia. Estuvo a punto de perder el control de sí mismo. Omar!... Era Omar!... El viejo Omar presenciaba la actuación desde una silla de pista.

No pudo dormir aquella noche. La imagen de Omar en el circo le torturaba. El recuerdo de aquel hombre le hacía hervir la sangre.
En los días siguientes le siguió por las calles de Tombuctú buscando el momento oportuno para pasar a la acción. Era indudable que el viejo Omar no le recordaba a él, pues en caso contrario se hubiese puesto a la defensiva la misma noche que le vio en el circo.

Y el ansiado momento llegó. Omar hablaba por su teléfono móvil en la terraza de un café. Con su mano derecha sostenía el aparato junto a la oreja; el brazo izquierdo lo tenía apoyado en el velador y con los dedos de esa mano jugaba con la cucharilla del café. La ocasión era propicia, Omar estaba muy centrado en su conversación telefónica.





Ahmed extrajo de su ropaje un machete y calculó rapidamente la vertical de caída sobre el brazo de Omar; descargó con fuerza el filoso instrumento y de un tajo certero dividió en dos partes la extremidad de su enemigo. Salpicó la sangre en varias direcciones; el horror se dibujo en el rostro de Omar y sus dedos dejaron de jugar con la cucharilla del café.

Y Ahmed lanzó varios gritos al cielo: "Venganza!, venganza!, venganza!, venganza!..."

Habían transcurrido casi doce años desde que aquel fanático yihadista le amputase un brazo a un niño de diez años, cuyo único delito había sido robar una hogaza de pan para contribuir a paliar el hambre de su familia. Un niño llamado Ahmed.

2 comentarios:

  1. TEndrái que haberle cortado la cabeza

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  2. Si le corta la cabeza no se entera. Con un brazo cortado tiene para sufrir toda su vida.
    Buen día!

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